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El paisajista Martirià Figueras nos abre las puertas de su jardín. Un
lugar sereno y entrañable que alberga un huerto inteligente como complemento a
una imponente masía catalana.
Los grandes jardines siempre se funden
con el lugar donde se enclavan. Respetan y reflejan su fisionomía, pero también
generan sensaciones propias que sorprenden e ilusionan. Este proyecto es un
claro ejemplo de ello. Se trata de un jardín tradicional, que sin embargo
conmueve por transgresor e inesperado al incluir un huerto. La
idea surgió hace
dos años, cuando los propietarios decidieron confiar la remodelación del jardín
de su hogar, una masía catalana del siglo XIV, al paisajista e ingeniero
agrónomo Martirià Figueras. Para no competir con la majestuosa construcción, la
intervención en el entorno fue sobria, respetuosa y casi invisible. “Cuando la
arquitectura se impone con tanta fuerza, hay que dejarla hablar”, asegura el
paisajista. Por eso, más que transformar el lugar, se adecuó con elementos que
no desviaran la atención, como los pavimentos de piedra entramados o una
plantación de gramíneas, con necesidades hídricas muy bajas y floración contenida,
que se funde en el terreno y dibuja una vegetación que parece haber estado
desde siempre allí. “El huerto surgió para inventar una estancia especial que,
aunque se integrara en el jardín, suscitara sentimientos personales y el
suficiente interés para ser visitado, trabajado y querido por sí mismo”,
explica Martirià.
El resultado es un huerto intelectual,
con pensamiento propio. “Es un jardín de sensaciones, íntimo, con sombra,
vegetación y agua en movimiento”, nos apunta el propietario mientras nos enseña
unos originales bancales elevados a 60 cm. del suelo, donde él y su mujer
disfrutan del placer de cultivar desde tomates auténticos a hierbas aromáticas,
sin tener que agacharse. “Tener un huerto intelectual es una apuesta en la
búsqueda de conocimiento de temas olvidados como el cultivo y mejora de la
calidad de vida. Supone la disponibilidad de gozar de nuevos gustos y
adentrarse en placeres tan simples como cultivar un tomate, recoger fresas,
arrancar un ajo tierno, una cebolla o unas habitas para preparar una
ensalada”, nos confiesa. “Hay que entender este espacio como una parte
más del jardín, con el mismo nivel estético y con el mismo principio de
búsqueda de lugar idílico”. La disposición en cuadrícula, inspirada en el
ancestral jardín cuatripartita árabe, dibuja un espacio geométrico, ordenado y
cerrado donde sentirse cómodo. “Aporta paz y sosiego. Nada tan cercano al
hortus conclusus, a la creación de una estancia recogida”, afirma Martirià. Las
bandejas elevadas permiten un control y cuidado de las plantaciones a un nivel
confortable y desahogado. Las medidas de anchura corresponden a dos brazadas
florentinas, propias del jardín secreto de los Medicci, lo que equivale
aproximadamente a 120 cm. Nueve bancales elevados articulan un huerto esencial
pero revolucionario, donde sus propietarios, más que cultivar, coleccionan
delicatessem para disfrutar de nuevo de una alimentación de calidad. Es una
vuelta a la vida sencilla del campo pero desde un huerto planificado y
calculado en clave de jardín para impulsar sólo el placer de ser feliz. Puro
intelecto.
Fuente:http://casaycampo.es/ideas-para-tu-jardin/los-mejores-jardines/3493-un-nuevo-concepto-de-jardin-huerto.html
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