El Estado Lara, por tradición primogénita e histórica, ha sido lugar preponderante para las Artes del Fuego, precisamente cultivadas desde los tiempos precolombinos, cuando nuestros primeros habitantes poseían la noción de un mundo mágico, mítico y telúrico, basado en cosmogonías y creencias a partir de su comunión con la Naturaleza. Fue una época de luz y de grandes logros como nos lo demuestra la cerámica que sobrevivió a todas las épocas y que podemos encontrar en instituciones como el Museo de Barquisimeto o el Museo Arqueológico de Quíbor.
El inconsciente colectivo aflora de nuevo en nuestros tiempos con el protagonismo esencial del pueblo y con la maestría dedicadas a estas manifestaciones artísticas donde impera el agua, el fuego, el aire, la tierra, como dignos representantes de la creación del Hombre. También se torna valiosa y utilitaria en el transcurrir de los tiempos, para hacerse a la vez artística, creativa, línea a la que queremos emular en esta exposición precisamente referida a la contemplación de la Actualidad, vista con sentido historicista, esteticista, producto de un tiempo y un espacio social determinado un tanto al azar, pero de indudable contemporaneidad.
En los años sesenta, setenta y ochenta comienzan a surgir nombres como Julio Celis, Enrique González (en los sesenta, con la creación de la cátedra de esmaltes en la Escuela de Artes Plásticas “Martín Tovar y Tovar”), Urma Duim, Jorge Barreto, el Maestro Miguel Jiménez, Marta Cabrujas, desde la misma Escuela o desde los talleres que pulularon a la luz y la sombra de la tradición prehispánica en zonas como Quibor, las cuales posteriormente devinieron en entes para el sustento de vida de muchas familias.
Ahora hemos organizado esta muestra de la Actualidad de las Artes del Fuego Larense, con lo más granado y representativo de ella, desde la Galería Municipal de Arte, desde Barquisimeto, desde nuestro Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA), desde el apoyo a las artes y a la cultura que está brindando nuestro Alcalde Henri Falcón, como maneras de integrar a las comunidades y de darle valores justos y amplios a la creación.
Luego de conversaciones, preguntas, inquisiciones, nos damos cuenta que la riqueza de las Artes del Fuego Larenses es extraordinaria y que los temas o las preocupaciones son disímiles, particulares: se puede pensar en el macrocosmos, en la destrucción de la naturaleza por el hombre, en la nobleza de la ecología, en la noción política, en la fuerza de la naturaleza, en las posibilidades mágicas de los metales o de los elementos, en la alquimia, los sueños, la poesía, en lo lúdico, en lo ancestral, en lo atemporal, en el sincretismo de nuestras regiones, en muchas motivaciones, más allá de dominios técnicos o de la posibilidad siempre presente del azar, dentro de esta actualidad que pudiese abarcar diez años de producción o simplemente la del 2005, a partir de una museografía ideada por el arquitecto y pintor Manuel Rivero que fortifica el mensaje a través de la similitud de las piezas, de cada uno de los exponentes, de forma tal de aportar una visión coherente, unitaria, creativa, pero también volátil y libertaria.
En este sentido, particularmente nos interesa destacar aquí al Maestro Jorge Barreto, creador de una maravillosa aceptación, formado en escuelas y con maestros de Estados Unidos y del Japón, adelantándose con una obra donde ha predominado el mensaje de la Naturaleza, la ecológico, las manifestaciones abstractas, la impronta del azar controlado, una cierta poesía visual y además real, de manera tal que su obra se ha recreado en sitios públicos y privados, en colecciones privadas, como forma de hacer un arte único y tridimensional, que a la vez se nos manifiesta puntual. En esta oportunidad nos presenta una serie de obras, denominadas “Bandejas”, devenidas de lo lúdico, de la experimentación para realizar obras, en pequeño formato, minimalistas, más allá de los ámbitos utilitarios, siempre con vigor, rigor y poesía plástica.
Una figura fundamental lo constituye, desde la perspectiva de nuestros tiempos, Miguel Ángel Peraza, auténtico pintor, inventor de máquinas, arquitecto (“por la gracia de Dios”, según Fruto Vivas), escultor, promotor cultural, quien desde su sitio predilecto, Loma Roja, cerca de San Miguel y Quíbor, ha incursionado siempre en esta labor del fuego y del arte, de manera magistral, logrando éxitos e improntas no sólo reconocidas en el país sino fuera de él. Peraza es también un poeta de la imagen y de lo inaudito cuando sus objetos utilitarios incluso se convierten en obras de arte insustituibles. Miguel Ángel viene estudiando las formas arquitectónicas, pero sobre todo el color devenido desde la Tierra misma, como elemento integrador de la obra de arte, con excelentes resultados en cuanto a lo utilitario y artístico. Ahora nos presenta tres murales como síntesis de su actual creatividad donde lo que importa es el símbolo, ligado al infinito universo, el trazo poético de la línea en medio de la grandeza del espacio que Peraza resume, presentado además como amplio y maravilloso, tal es la parsimonia de sus logros, que lo hermanan con Joan Miró.
Omar Anzola, es un artista integral quien no sólo aborda las artes del fuego, en varias facetas, sino otros oficios y que por su encomiable labor e investigación obtuvo el Premio Mayor del XX Salón de Artes de Fuego, organizado por la Galería “Braulio Salazar”, de la Universidad de Carabobo, que equivale al Premio Nacional de Artes de Fuego, por lo que de por sí posee un lugar trascendental dentro de nuestro arte venezolano. Anzola hace una obra variada, murales, vitrales, esculturas-cerámicas, donde el mensaje repunta hacia lo telúrico, hacia el signo fabulado, hacia los caminos y surcos fantasiosos, dentro de las técnicas del Rakú y la quema tradicional, incluso con obra figurativa, como Las Meninas y las Divinas Pastoras.
Elio Anzola (“Pitochola”), es un auténtico artista quien se ha empecinado en hacer de la creatividad su aliada más poderosa logrando objetos u obras de arte inusuales por sus formas, irregulares, donde la tridimensionalidad se dispara desde la forma y desde los signos azarosos y manejables, donde se encuentran esmaltes alquímicos, ambientaciones, investigaciones como únicos propósitos artísticos. En “Pitochola”, reconocida figura de las artes a nivel nacional e internacional, observamos a un investigador libre, informal, de un gran vuelo imaginativo, no solo en cuanto a los espacios abordados, sino en cuanto a la representación de lo cromático y de los resultados asombrosos, de los estudios del mundo prehispánico larense o de las culturas ceramistas de todos los tiempos.
Cira Perdigón de Anzola, compañera del anterior, nos introduce en un arte a partir de la creación de murales abstractos, marcados por colores nocturnales, sombríos, pero también su creación deviene en alcances poéticos de las formas y de los contenidos, dependiendo siempre de la parsimonia, de lo hacendoso, del trabajo donde se requiere no solo el manejo artesanal y técnico, sino el vuelo de las improntas, de la aplicación y disolución de los esmaltes, como objetos próximos a la tierra, a la redondez, al sentido artístico utilitario del objeto. Ahora nos presenta trabajos desde el muralismo y desde una técnica conocida con el nombre de mayólica, en principio desarrollada en Italia, cerca del Renacimiento, que Cira la hace contemporánea, alegre festiva, a partir de la interpretación de la naturaleza y del entorno tropical, incluso con reminiscencias del pop art, con la idea de objeto-animal-orgánico que lo hace coherente y siempre colorístico.
Matey Berrío, de un merecido éxito a nivel regional y nacional, incluso en el último Salón de las Artes de Fuego de Valencia, ya mencionado, es mujer de fuego, quien se ha interesado, por la relación entre las maderas y los gres, para construir temáticas autobiográficas, citadinas, desde las miradas y las situaciones de las gentes anónimas, colectivas, como formas de reivindicar no sólo lo colorístico de nuestro pueblo, sino la idiosincrasia, el carácter festivo de la humanidad, el sentido de visión hedonista de Venezuela y de nuestro Caribe. Las figuras que crea Berríos son imaginativas, melancólicas, pero también alegres, humorosas y vivaces, aportando un carácter humanista a las artes que cultiva.
Alicia Feaugas, cultora de la artes y arquitecto, es diestra en la alquimia del manejo de los vidrios, de manera que crea una visión particular y poética de las relaciones entre las formas, siempre de contenido abstracto aunque hay una predisposición hacia lo figurativo, hacia la elaboración de una esencia humana, de manera tal que la relación noble entre los elementos se encuentra siempre presente y aporta la idea del mensaje humano, transparente. Por otro lado en Feugas se encuentra la sorpresa, la presencia de la naturaleza, no sólo por el elemento utilizado (bronce, vidrio, hierro, pigmentos, otros) sino por las formas inusuales creativas, través de las fundiciones, o por las formas devenidas del pensamiento abstracto del humano, de lo humano, por el maravilloso azar, sin olvidar su formación como arquitecto. Intuyo que a pesar del manejo de lo utilitario, de sus inicios, hay en esta artista, una preocupación por el mensaje humanista, por el mensaje desde lo mágico que da apertura a mundos inusuales.
Antonio Fernández Lunardi es también un artista a carta cabal, siempre contestatario, quien ha retomado su lugar ganado otrora, en la Venezuela de los setenta y ochenta, es decir, de mayor participación ahora, por decisión propia, en los salones y confrontaciones del país y cuyo arte, desde todas las modalidades, ha sido ecológico, reivindicativo de la condición del hombre natural, protestatario ante la destrucción de la naturaleza y sobre todo libre desde la visión poética que recarga su obra. Es un arte sin duda alguna desde lo experimental y desde la visión del hombre político, del hombre de la Polis Griega que participa con su hacer artístico, que cita al poeta León Jurado, al realizar estas obras donde se refleja la destrucción de la naturaleza por el hombre, Naturaleza que se niega a morir, representada en este caso por los caimanes. Fernández Lunardi hace una obra compacta, siempre desde las artes, que lo lleva a la poesía y al Hombre con destino de incertidumbre y esperanza.
Nemecia Daza, mejor conocida como “Nemate”, hija y descendiente de artistas, desde las alturas neblinosas de Las Cuibas, investigadora siempre, incursionó en principio en las artesanías a partir del vidrio para adentrarse en un mundo mucho más rico, mucho más visceral y constructivo de forma que ya es una artista con obra conocida públicamente como el gran vitral que posee la Universidad Yacambú, en su sede de La Mora. Nemate trabaja las posibles aleaciones entre el vidrio y el hierro, con un sentido integrador y cromático de manera tal que llega a reinar el mensaje coherente, la parsimonia elemental de la línea, el color intervenido por sus manos para después darle las formas del ser, desde sus hornos. Ahora realiza una investigación de lo informal y de la naturaleza, de lo cóncavo y lo convexo, de la luz transparente que nos recrea, del trasluz que incita a formas rápidas, precisas, invisibles, de manera tal que la visión llega a ser doble o vista por ambos lados, desde la figura de un animal, desde los bordes que ella, el azar y el color van construyendo.
Rafael Majano, ha venido incursionando en la investigación de la relación entre la pintura informal y las artes del fuego, aportando superficies ricas en cuanto a lo cromático desde el chorreado, logrando excelentes pátinas, que semejan maderas, combinándolos con la presencia del vidrio de raigambre prehispánica, protohistórica, de manera que se trata de una investigación y experimentación valedera fuera, de lo común como en sus otras obras, con reminiscencias de tiempos remotos, idos pero de nuevo encontrados a partir de los encuentros contemporáneos. En Majano se siente la búsqueda alquímica, la transformación del elemento metal y del vidrio en obra de arte que se sustenta por sí misma.
Miguel Hernández, ha sorprendido siempre a los espectadores, en principio, por sus formas marinas, devenidas desde la misma naturaleza pero con el sello de auténtico hombre creador y ello se debió a su afición por el mar, aunque sin duda alguna que también ha llamado poderosamente la atracción el dominio y manejo de la figura humana para hacer unas piezas que si bien se caracterizan por su realidad, a partir de sus miradas, de la correspondencia intachable de sus partes, no dejan de tener un vuelo poético negroide, caucásico o de sincretismos. Miguel es de las nuevas generaciones de artistas del fuego disciplinado, trabajador, ecuánime quien se ha ganado su lugar privilegiado a partir de su espontaneidad en el trato de ambas motivaciones, la figurativa y la abstracto-orgánica, con sus figuras que causan sorpresa, asombro, que conmueven por su espíritu real, como la “Dama de Teatro”, una de sus piezas en exhibición.
Cecilia Pereira de Antequera, nuestra artista homenajeada, lamentablemente fallecida no hace mucho tiempo y a quien dedicamos esta muestra en reconocimiento a su labor exquisita, se formó en la Escuela de Artes Plásticas “Martín Tovar y Tovar” y eligió el maravilloso mundo de la creación de joyas, no menos importante que los otros, y tampoco más fácil, en el sentido de los retos de la creación. Cecilia era más que una artesana, más bien una persona que desprendía poesía, humildad, tolerancia, virtudes éstas que se denotan en sus piezas por las sencillez en los trazados, por la presencia de la naturaleza, por una cierta aquiescencia lograda por esos seres que podrían pasar desapercibidos en cuanto a que no hacían alharaca con su creación, pero que son forjados por el noble oficio, tocados con la parsimonia del buen gusto, figurados con el emblema de lo dionisiaco. De ahí que hemos determinado que sus joyas representan una escasa joyería larense que ahora es cuando entra en un período de creatividad consecuente con el arte y sus exigencias. Observamos de ella dos collares más bien hechos para la investigación de las formas, para la aleación entre la piedra y el metal a manera de síntesis resuelta con líneas curvas y rectas, y donde encontramos loas a la Naturaleza, formas caracoleadas que van escalando, intervención de perlas de recónditos lugares, donde ella, seguro, fue a buscarlas para seguir haciendo estas obras de arte.
Gisela Arvelo, fotógrafo, diseñadora gráfico, sobre todo dibujante, alumna de Edgar Sánchez, Alirio Palacios, y Cristina Alemán, quien todo lo asume con creatividad inaudita, memoriosa, donde se intuye, se siente, se precisa una imperiosa necesidad del ser poético, debido a los finos elementos del dibujo, a lo volátil de sus mensajes figurativos y además por la fuerza sutil o emergente en cada una de sus obras, donde impera la tierra, el agua, el viento. Arvelo además ha hecho una cerámica escultórica lo que determina romper con la noción de un arte limitante, donde hay un sentido impecable del oficio a partir de un cierto barroquismo y de la necesidad imperiosa del vuelo, de lo primogénito-elemental, de manera tal que la Naturaleza se corresponde, se cohesiona a partir de su creación pues su quehacer une lo telúrico y las fuerzas del aire, de lo infinito, la entrega del fuego, dentro de sus piezas, eminentemente poéticas, dibujísticas y figurativas.
Bruno Crespo, ceramista de Carora, hace pensar a través de sus obras artísticas en la sencillez del mensaje que no deja de ser profundo debido a la demarcación de la ancestralidad conseguida y por cuanto su entorno matérico y cilíndrico irradia la naturaleza de un paisaje finamente conseguido, más bien idílico o sentido íntimamente, con la humildad del hacedor de una obra como auténtico creador, como persona de pueblo que transita afanosamente el arduo camino del arte. Hay en sus obras la idea de lo infinito, de la horizontalidad y de la naturaleza, para dejar los límites finitos y convertirse en mensaje que engloba la tierra. Ahora, por vez primera, hace una investigación donde intervienen dos quemas: la Rakú y la primitiva, para lograr efectos poéticos visuales y visibles que involucran la noche y el día, la figuración, la parsimonia de la nube que camina, con una impronta fabulosa del color y de lo añejo.
Saúl Rodríguez, devenido desde la misma Madre Naturaleza, sus obras poseen la belleza y la fuerza de los ancestros, la gracilidad del arte contemporáneo que ya lo asociamos con Calder, Vasarely, Miró, o con quienes han cultivado un arte orgánico y vital, que no permite limitaciones temporales aunque deja ver siempre la riqueza de nuestro sincretismo, en piezas hermanadas con el agua, con el origen de la vida, con el hedonismo, pero sobre todo con las posibilidades del hombre creador, contemplativo y práctico, afirmándonos que podría ver funcionalidad o no haberla dentro del arte; las posibilidades de este artista son múltiples, dispares, sui géneris, cuando crea formas inusuales, cuando dibuja en la misma pieza, cuando se propone hacer un collar impregnado de poesía visual o una concha marina que podría convertirse en una lámpara o una mariposa de innumerables vuelos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario